Fairfield, una familia devorada en la hoguera de las vanidades de Bernie Madoff
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Era la familia feliz. Walter y Monica Noel, junto a sus cinco hijas y respectivos yernos, vivían un sueño de glamour, riqueza y lujo que se truncó bruscamente el pasado 11 de diciembre de 2008: Bernard Madoff confesaba la mayor estafa financiera de la historia.
Aquél era un día como otro cualquiera en la vida del patriarca, Walter, o al menos eso parecía. A sus 78 años, este hombre de negocios llegaba como cada mañana al cuartel general de Fairfield Greenwich Group (FGG), en el 32 de East Street de Manhattan. Lo que no sospechaba es que unos minutos más tarde sería testigo de la caída de su imperio, el fin de la familia de oro de Greenwich que relata con todo lujo de detalles la revista Vanity Fair en su último número.
Las bolsas se habían desplomado en octubre y noviembre y el pánico se había apoderado de los inversores. La frase, “coge tu dinero y corre” se extendió como la pólvora provocando la huida de la renta variable así como reembolsos masivos de los fondos de inversión. Walter Noel, sin embargo, se mostraba tranquilo y sereno, como era habitual en él.
El fundador de Fairfield Greenwich Group –una firma de gestión alternativa con 14.100 millones de dólares bajo gestión- se había retirado hacía dos años y medio, dedicaba su tiempo libre a jugar al golf -una de sus pasiones-, pero casi todos los días hacía acto de presencia en las oficinas de la compañía.
La mañana de ese 11 de diciembre de 2008, uno de los 140 empleados de la firma, Andrew Douglas, estaba al teléfono con un inversor potencial a quien intentaba convencer para que invirtiera en uno de los fondos de la compañía. De repente, Bloomberg daba la voz de alarma: Bernard Madoff, un viejo conocido entre la élite de Wall Street y en quienes cientos de millonarios habían confiado su dinero, había confesado a sus hijos la noche anterior un fraude piramidal de 50.000 millones de dólares, basado en un esquema Ponzi y construido durante años.
Fairfield Greenwich Group se paralizó. Todos en East Street miraban con horror la televisión y veían cómo Madoff, esposado y escoltado por el FBI, salía del edificio de su apartamento de Nueva York. Fairfield Greenwich Group tenía el 48% de su capital, unos 7.500 millones de dólares, en los fondos de Madoff. La vida de la familia Noel estaba a punto de dar un giro de 180 grados.
Acomodados, no ricos
La familia Noel no siempre fue rica. Fairfield Greenwich Group comenzó a operar en 1983 con unos pocos clientes. En 1974 adquirieron por 225.000 dólares una modesta casa en el prestigioso Round Hill Road en Greenwich, Connecticut. La familia era muy popular entre sus vecinos. Sus cuatro hijas mayores, Corina, Lisina, Ariane y Alix, asistieron a colegios públicos y privados. Pasaban los veranos en la casa que sus abuelos maternos, tenían en Brasil, mientras que en invierno solían esquiar en Suiza. Como su madre, todas ellas hablaban diferentes idiomas, todas eran atléticas y muy hermosas, como se encargó de recoger Vanitiy Fair en un reportaje en octubre de 2002.
En los primeros años de FGG, los Noel eran una familia acomodada, no rica según los estándares de Greenwich. Sin embargo, y prácticamente de la noche a la mañana, a sus 60 años, Walter Noel se encontró con dinero suficiente para llevar una vida fastuosa y llena de lujos que incluía casas de vacaciones en Palm Beach y Southampton, así como en la isla caribeña de Mustique. Bernard Madoff había entrado en sus vidas.
Y Lo hizo a través de Jeffrey Tucker co-fundador de Fairfield Greenwich Group. La familia de su mujer, Melanie, conocía a Bernard Madoff, cuya firma, Bernard L. Madoff Investment Securities, era legendaria en Wall Street ya que ofrecía a la élite retornos del 10% al 12% anuales. Tucker fue el encargado de que los destinos de los Noel y Madoff se cruzaran, aunque en los últimos meses Monica ha querido dejar claro que en 20 años, su familia y los Madoff apenas han coincidido en un par de actos sociales.
Lo que Fairfield ofreció a Madoff fueron nuevos mercados. Inicialmente, sólo un pequeño número de inversores individuales, la mayoría de grandes clubes sociales de Westchester y Palm Beach. Pero fue sobre todo la clientela internacional lo que Fairfield proporcionó a Madoff gracias, principalmente a los yernos de Monica y Walter Noel, cuyos contactos en Europa y América del Sur eran incalculables para la firma. Todos sus yernos, excepto uno, estaban vinculados a la firma y todos ellos recogieron los beneficios del éxito de Fairfield Greenwich Group.
Piedrahita, conexión en Europa
Entre las grandes fortunas Europeas se movía Andrés Piedrahita, un colombiano de 50 años casado con la hija mayor de Walter y Monica, Corina, de 54. Piedrahita era el máximo accionista de la firma, con el 22% del capital, y estableció su cuartel general en Madrid cuando en 2003 el matrimonio, junto a sus cuatro hijas, decidió dejar su mansión en Chester Square en Londres y se trasladó a una ostentosa mansión en Puerta de Hierro.
Los Noel comenzaron a vivir una vida de ensueño reservada sólo a unos pocos privilegiados. Una vida y unos excesos que no pasaron desapercibidos allí donde se instalaron. Un amigo de la familia relata a Vanity Fair que estaba realmente sorprendido por las historias que se contaban sobre ellos en Southampton, donde Noel y Monica adquirieron una mansión por 10 millones de dólares en 2001. Las malas lenguas cuentan a la revista que no eran bienvenidos en los lugares donde empezaron a comprar sus casas –Southampton, Palm Beach y Mustique- y que su manera de actuar irritaba a sus vecinos.
“Iluminaban su casa como si fuera un casino de la Vegas, lo que molestaba tremendamente a muchos de sus vecinos. Estos se vieron incluso obligados a llamar a la policía en varias ocasiones quejándose del ruido y la música que salía de su mansión por la noche”, relata una fuente a Vanity Fair. “Qué a gusto se está en la isla sin los Noel”, era otro de los comentarios cuando la familia se ausentaba de Mustique.
También irritaban a la sociedad local, al ocupar una página entera en el Libro Azul o Blue Book de Los Hamptons, Long Island, muy conocidos por ser un sitio de vacaciones para los estadounidenses más ricos, un lugar donde los más afortunados de Nueva York pasan el verano o los fines de semana. Algo así como las páginas amarillas de la élite. Incluso esto fue motivo de discordia entre sus vecinos. “No tienes que poner cada teléfono, ni cada hijo que tienes. Viven en Europa, en América del Sur, no era necesario que pusieran 43 nombres en el Blue Book”.
Otros, por su parte, recuerdan su falta de discreción. “El primer verano que estuvieron en Southampton, no puedo olvidar cómo dos de sus hijas colapsaron el tráfico durante cinco minutos en Jobs Lane asomándose por sus descapotables, hablando a voces y tirándose besos, como si fueran las dueñas de la calle”.
Hay, sin embargo, quienes aseguran que estos comentarios no son merecidos, excepto, los referidos a Andrés Piedrahita, a quien dicen que le gustaba presumir de su avión privado y su yate.
La luz de la familia de oro de Greenwich se apaga
Tras el escándalo el caso Madoff, los Noel no renunciaron a las fiestas sociales. Sin embargo, sufrieron el vacío por parte de algunos de los inversores más ricos de Wall Street. Nadie, excepto sus amigos más cercanos, les dirigía la palabra y muchos eran los que se escandalizaban al verlos en estos acontecimientos sociales después de lo sucedido. De hecho, sólo dos días después del escándalo, el 13 de diciembre, Monica y Walter acudieron a una fiesta de Navidad en Round Hill. Irrumpieron con la cabeza bien alta, según relataron varios medios estadounidenses. “La gente allí presente se quedó asombrada”, relató uno de los presentes.
También fue sonada una de sus apariciones en una fiesta en el Metroppolitan Club, en Manhattan, a la que acudió el antiguo alcalde de Nueva York Rudolph Giuliani, –Walter hizo varias donaciones a su campaña como presidente, al igual que hizo con otros políticos como John McCain-. De nuevo, mucha gente se horrorizó al verlos allí e incluso la prensa les criticó por estas apariciones.
La familia Noel parecía tenerlo todo: belleza, riqueza, felicidad matrimonial y lujosas mansiones. Desde hace ya cuatro meses, ese castillo idílico se ha venido abajo. Walter está acusado de permitir que la estafa de Madoff extendiera sus garras fuera de Estados Unidos. Los inversores que confiaron en Fairfield Greenwich han emprendido los pasos legales para recuperar su dinero y el clan Noel, la familia de oro de Greenwich, corre el riesgo de perder su dinero – su fortuna está valorada en 14.000 millones de dólares, según The New York Post-, sus lujosas mansiones y quizás lo más doloroso para ellos, su reputación y estatus de la perfecta familia americana que empieza a ser devorada en la hoguera de las vanidades de Bernie Madoff.
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