Vuelve el comunismo, vuelve el fascismo
Aunque no podamos estar completamente seguros de lo que el futuro nos depara, las señales indican que los tiempos nos traen nuevos direcciones según las cuales valores como el idealismo, el entusiasmo, el irracionalismo, la jerarquía, el exceso y la imposición volverán a estar en la primera fila social. Y, aunque esas ideas puedan generar todo tipo de movimientos, para José Manuel Otero Novas, ex ministro de Educación y de la Presidencia, diputado con UCD y con el PP, el peligro cierto es que ideologías fuertes, como el comunismo o el fascismo, regresen. Como en la época en la que vamos a entrar respiraremos el mismo aire social que en la década de los 30, tendencias políticas que aparecen como hoy sepultadas podrían volver con fuerzas renovadas.
Y aunque su expresión futura no será equivalente a la que ya hemos conocido, los valores que defiendan sí resultarán muy similares. Así, la violencia y la guerra como bien o el supeditar lo moral a lo beneficioso para el Partido serían lecciones aportadas por el marxismo y que volverán a estar de actualidad. Que la raza sea determinante, y que dominar a los más débiles sea un derecho, es una aportación del nazismo que también será importante en los tiempos futuros.
Así lo expone en El retorno de los césares (ED. Libroslibres), un texto que recorre la Historia para subrayar cómo ésta se ha desarrollado mediante ciclos. A las épocas, que el autor llama apolíneas, donde predominaban valores como la racionalidad, serenidad, democracia, pacifismo, tolerancia, hedonismo, igualitarismo, les sustituían las nombradas dionisíacas, donde lo esencial consistiría en primar los ideales, el mérito, el entusiasmo, lo colectivo y la jerarquía. En las primeras los valores se relativizan mientras que en la segunda se acentúan. Vivimos, desde 1945, en la primera tendencia, la de los valores relativos, pero el ciclo está cambiando.
“El cambio se va producir seguro, y está muy próximo -afirma Otero Novas-, aunque no podamos precisar cuándo. Hemos visto en la Historia procesos largos de cambio y otros fulminantes, como en 1945, con la derrota de los nazis”. Sin embargo, sí aprecia la presencia dominante de algunos elementos que pueden acelerar las transformaciones, como son “la inseguridad ciudadana; la caída de Europa, porque Europa puede fracasar si sigue con una carrera de expansión desorbitada; el pinchazo de la burbuja financiera; la desintegración de España, que si se produce hará que surjan tensiones internacionales por su reparto (porque los EEUU quieren poner un pie en las Canarias y Francia y Alemania pretenden otros territorios nacionales); o los problemas que se crearían con los emigrantes si una recesión económica dejase en paro a muchos de ellos en un país extranjero”.
Pero algunos de estos aspectos han entrado de lleno en la vida política obligando a sus profesionales a tomar nuevas perspectivas. Lo que Otero Novas llama Cesarismo, un régimen político jerárquico fuerte, no dictatorial, pero sí autoritario, posee elementos que aparecen en Chávez, pero también en Sarkozy o en Bush. “No creo que Sarkozy vaya a desarrollar en su legislatura todo lo que ha anunciado en su campaña, pero muchas de las cosas que ha dicho le sitúan ya en la nueva etapa. En el libro recojo la terminología de Franco en los años 40, que era típicamente dionisiaca, algo que ha aparecido con frecuencia en la campaña del presidente francés, donde se han utilizado algunas expresiones similares. Por ejemplo, en las últimas décadas, nadie hasta Sarkozy nos había vuelto a hablar del Honor del Estado”. Francia, además, nos provee de nuevos indicadores del cambio. “Si Sarkozy actuó así fue también para quitarle votos a Le Pen, que es el líder del primer partido proletario de Francia. La dialéctica marxista tradicional ya no funciona en los barrios obreros, que son los que más sufren el desorden y la inseguridad. Y la competencia del emigrante. Y estos serán factores que contribuirán a cambiar las cosas”.
Como también ocurrirá con los jóvenes. Otero Novas apunta que (tomadas en bloque) a las futuras generaciones se las percibe como consumistas, como excesivamente preocupadas por la imagen, aunque también sumidas en un hastío existencial que es el que produce el botellón. “Pero ya advirtió Spengler que el aburrimiento de la juventud por la falta de ideales iba a ser el caldo de cultivo de las dictaduras. Y acertó. Los totalitarismos fueron propiciados por la juventud y las grandes revoluciones las llevaron a cabo jóvenes. Cuando llegue alguien con un ideal que les cautive, irán detrás entusiasmados”.
Los signos de una nueva época
Pero donde más se empiezan a notar los signos de una nueva época es en EEUU. “Y ellos son los que van siempre por delante”, asegura Otero Novas. “Si reparamos en los estudios que analizan los índices de increencia, vemos que en todas partes están bajando menos en Estados Unidos, donde lo religioso vuelve a ser preponderante. Incluso Hillary Clinton, alguien progresista, lleva dos años diciéndonos lo mucho que reza. Y es que los valores de ‘Patria, Religión y Familia’ que están defendiendo políticos de un partido u otro están en alza. Porque no se trata de que los neocons hayan secuestrado la voluntad de la gente, sino de que estamos ante valores que allí son de verdad importantes para el ciudadano común”.
Otero Novas subraya que esos cambios no deben asustarnos. Aunque pueden generar aspectos muy negativos, también es posible que suceda lo contrario. Lo esencial, en estas situaciones, es activar minorías que puedan anticipar y dirigir esos cambios. Así, mientras los políticos ofrecen al pueblo “mensajes descafeinados y anodinos” con el objeto de ganar elecciones, estas minorías trabajarían para crear pensamiento que, en un futuro cercano, terminarán por influir en la generalidad. “Hay gente capacitada en partidos, empresas, universidades, en las iglesias, y hay que llamarles e ir tejiendo esas redes. Porque siempre son las minorías las que deciden. En España, el cambio de la Monarquía a la República lo idearon y lo llevaron a cabo dos mil masones, que incluso estaban peleados entre ellos, pero que fueron capaces de dirigir los tiempos”. Quizá sea una visión aristocrática, pero “quien crea que los grandes cambios del mundo los han hecho los pueblos es porque quiere creerlo. Las transformaciones profundas nunca las ha protagonizado las grandes masas, sino quienes han sabido encauzarlas, quienes han sabido aprovechar los cambios de la marea”.
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