15 agosto 2009

Pobre España

España ya no es Europa (ni se le parece)




Es el gran éxito, la gran hazaña, de Rodríguez Zapatero: ha conseguido que un país que hace poco más de seis años se había posicionado como una de las naciones más influyentes y una de las economías más prósperas del mundo desarrollado, ahora sea la cola de Europa para todo, en lo económico y en lo político, y curiosamente siga los mismos pasos, en este caso de sumisión y no de colaboración, con la administración Obama que dio el anterior Gobierno con la administración Bush y nos estemos implicando como auténticos cobayas del Ejército Norteamericano en una guerra, la de Afganistán, que no es ni más legal ni más justa que la de Iraq, y para colmo sin que eso suponga ningún tipo de ventaja económica ni trato preferencial hacia España por parte de Washington, como sí ocurrió entonces.


Mantener aquel estatus no era muy difícil, bastaba con hacer las reformas necesarias para que la economía siguiera creciendo y, sobre todo, no se desplomara en una fase baja del ciclo, y congeniar esas reformas con una política exterior huidiza de gobiernos antidemocráticos y dirigida a reforzar la colaboración transatlántica al tiempo que se afianzaba la nueva posición privilegiada en Europa. En lugar de eso, en su primera legislatura Rodríguez optó por la inoperancia en lo económico y el aislamiento en la política exterior, evitando las reformas y estrechando lazos con países muy poco fiables como todos los que orbitan alrededor de la pesudo-democracia del Mono Chávez en Venezuela.


¿Algún cambio en la segunda legislatura? Para nada. Instalados en la recesión, el Gobierno sigue optando por huir de las reformas y se limita a la política de parcheo para salvar una crisis imposible, y si daba la sensación de que tras el cambio de inquilino en la Casa Blanca podía haber algún giro en la política exterior, las últimas giras del ministro Moratinos y la actitud en general de nuestro Gobierno hacía regímenes totalitarios como el cubano ponen de manifiesto que seguimos inmersos en esa misma política de no alineamiento impulsada por Rodríguez hace cinco años, y que nos sitúa al mismo nivel que las naciones más cutres y casposas del escenario internacional.


No solo eso, sino que encima Rodríguez parece empeñado en asemejarse a alguno de los tiranos a los que admira a base de perseguir a la oposición y enjaular a políticos del PP a los que ofrece como carnaza veraniega a las hambrientas televisiones, esposados y violados sus derechos constitucionales, mientras en la misma isla en la que Interior ordena la caza de brujas de políticos del PP, a Rubalcaba se le escapan los terroristas y colocan nuevas bombas en bares y restaurantes. Apoteósico. Espeluznante, diría más bien.


Este país es una farsa, una cuchufleta de feria comandada por un indocumentado incompetente solo obsesionado por su permanencia en el poder, no sea que dentro de dos o tres años se quede sin sus veraneos en el Palacio de La Mareta y tenga que volver a salir en chándal a comprar el periódico en un kiosco de Las Rozas porque a este no le contratan ni para vender pipas, y Sonsoles tenga que volver a hacer largos en la piscina municipal y gorgoritos en el coro parroquial, y por caridad eclesiástica.


El viernes, víspera de la Virgen de Agosto, nos llevamos el nonagésimo disgusto de la temporada estival: Francia y Alemania salen de la recesión mientras España sigue insertada en el peor escenario de decrecimiento. Tiene sentido: mientras en Francia y Alemania han hecho el ajuste vía salarios –por eso a pesar de que sus economías han caído considerablemente, no han sufrido coste en términos de empleo-, la nuestra lo ha hecho en términos de puestos de trabajo y hemos aportado a la UE las mayores tasas de paro.


Y el paro es una auténtica desgracia para una economía porque implica necesariamente una contracción del consumo –como ha puesto de manifiesto, de nuevo, la tasa negativa del IPC en julio- que retrasa aún más el crecimiento.


En Galicia existen sitios que parecían imposibles: poco –por no decir nada- turismo, playas casi vacías, gente encantadora y buena gastronomía. De las cuatro características, sigue conservando tres, pero las playas ahora están llenas, aunque no de turistas sino de propios, y eso solo se explica porque la gente no se ha ido de vacaciones y se ha quedado a pasar el verano en su lugar de residencia habitual, gente de los pueblos de alrededor, de incluso algo más lejos, que aprovechan las horas de luz de las largas tardes del verano para disfrutar de un rato de sol y playa.


Es solo un pequeño síntoma, pero dice mucho de la tónica general. Y casi todo el mundo tiene miedo de lo que puede venir en otoño. Lo cierto es que mientras en el resto de Europa empieza a vislumbrarse un cierto optimismo por la situación, aquí seguimos instalados en la desesperanza. Pero es lógico porque este Gobierno nos ha conducido a la peor de nuestras pesadillas: la de un país tercermundista que ha dejado de ser el sur de Europa para volver a ser el norte de África.

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